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jueves, 8 de diciembre de 2016

Transformación

A veces, cuando siento que llego tarde, dejo que el viento me despeine, en algunas ocasiones suele pasar cuando estoy parada sobre las escaleras mecánicas a la salida del túnel del tren, cuando el reloj ya marca las 10:30 am y el desesperado de adelante saca su cigarro recién armado y lo enciende tras quince minutos de abstinencia.  Entonces el Sol me pega en la cara y veo el cielo -después de casi media hora bajo tierra- y la silueta de las hojas otoñales. Ya no me dan ganas de apurarme.

Me dejo sorprender por los colores de la vegetación, de la vida; miro por alguna ventana las montañas -y pienso si dentro de ellas habrá vida-, el viento, que invita a bailar a los árboles, el sol ¿o dios? que no mezquina energía para ningún ser de la Tierra, el agua, las flores -y sus colores-, el cielo, las nubes, frases escritas por doquier, números, complejidad de seres, de personas, miradas, circunstancias, expresiones, diversidad, inventos, belleza, simetría y asimetría. Entonces siento que debo estar ahí, que el instante es divino, que somos creación y creadores, influyentes e influenciables.

Me entrego, mientras me hipnotizan las fuerzas de la naturaleza, sus movimientos, sus poderes, sus colores, sus efectos. Dejo que me alcancen. Y siento la inmensidad del Universo. Capto la energía, y la transformo.

Y al conectar me llega una verdad, “sin trasformación no hay vida”.

Transformar es vital, y esencial para el equilibrio. Lo hacen hasta las células y no somos conscientes.
La transformación es casi inmanipulable, casi inconsciente, casi invisible; porque no siempre que transformamos sabemos que lo estamos haciendo. De hecho, no solemos hacer las cosas para transformar, sino para lograr un resultado. Pero ¿por qué no disfrutamos de la transformación? Si, en definitiva, es el medio que nos va a llevar a la meta. ¿Es acaso la ambición desmedida? que nos transporta al futuro, pensando egocéntricamente en el posible “éxito” cegándonos ante la realidad de que somos tan mortales como cada segundo que pasa ¡y encima pensamos que vamos a disfrutar del resultado! ¿por qué no somos más libres y nos limitamos a vivir el presente? La ambición no se desdibuja con el goce, es un concepto totalmente erróneo. El gozar el momento no nos distrae de la meta, simplemente nos hace llegar mejor. 

Y al final, de las cosas más simples, como un poco de viento rozándonos la cara, nacen estas verdades, que para algunos no lo serán, pero ¿qué importa si al final somos nosotros mismos y nuestras decisiones quienes podemos hacernos felices?

Por eso, espero a partir de hoy, tener la capacidad de decidir quedarme con el “Plan A”, como dijo Charly García en una entrevista. “Lo primero, lo que te dicta la intuición, es siempre lo correcto, lo que corresponde. Así que, si aplicaste el plan B, en este caso, estás jodido. Porque en algún lugar de tu cabeza está registrado que vos tenías plena conciencia y te cagaste en ella” ... y luego citó a Milton Nascimento “En los recuerdos que guardo en mi corazón late todo mi poder”...


Y vos, ¿qué recuerdos guardas en tu corazón? 

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